Hay veces que no tiene explicación alguna, que lo que antes era, simplemente ya no es. Las personas se distancian a raíz de cambios que se producen en el interior. La metamorfosis natural de las almas que buscan una plenitud que sólo encuentran en una atmósfera que se encaje y se adecúe más a su silueta. Somos seres maleables que quedamos vulnerables ante las interrogantes de la vida cuando no encontramos las respuestas autóctonamente y tampoco la hallamos en otro. Una real inquietud despierta un frenesí y un perseguir constante. Es difícil de entender y asaz bizarro cuando las cosas abstractas nos piden complacencia. El amor, la paz, la paciencia e incluso lo prosaico y humano como la lujuria que permanece tabú entre nosotros, se hastían y desean movilidad, esa transportación de una locación a otra, de una persona a otra. Y es por esto que somos tan inconformes, porque encontramos y durante breves segundos disfrutamos de su esencia pero no, no es suficiente; necesitamos un surtido, una variedad y opciones que satisfagan nuestra sed eterna por tener y por obtener.
Los lazos que perduran no son aquellos creados por la humanidad ya que somos destructores y mezquinos. Los lazos eternos son espirituales, emergen cuando tu espíritu y el mío se descifran y se complementan. No somos capaces de ser genuinos a un cien por ciento y por ende, engañamos, incrustando nuestras espadas en la fragilidad de otros. Disfrutamos los momentos afables pero no somos los suficientemente hábiles como para mantener un récord intacto de anécdotas positivas debido a nuestra naturaleza hiriente. Vivimos en un mundo de depredadores y presas, sacamos nuestras garras y alegamos defensa personal.
Perdóname si me he dirigido hacia ti con palabras profanas o si me he jactado de mi condición humana para ser imperfecta y cometer errores que te afectan tanto a ti como a los que están a mi alrededor. Y así es como decimos adiós, como lentamente nos emancipamos, ya que nos hemos desgastado uno al otro hasta llegar a un desbalance descomunal e insoportable. Y es así también como la inercia que te mantenía junto a mí se rompe y allá voy buscando otra persona para partir de la ecuanimidad hasta que como la última vez, nos desgastemos mutuamente.
Durante el tiempo que compartimos hacemos planes y nos prometemos cosas que luego juramos; hablamos de un siempre que luego se vuelve irreal y que desde lejos nos befamos de él. En nuestra sepultura, cuando esté la lápida sobre nuestro cadáver, estaremos probablemente hasta en diferentes continentes, distanciados totalmente por el lugar y el tiempo. Pero quiero decirte que tú me habrías llevado hasta ahí; que tú has impactado mi vida y produjiste un cambio en mí que al fin y al cabo, me llevó hacia otro lugar, otra persona y consecuentemente, me ha traído aquí como las olas del mar a pesar del naufragio. Es un proceso continuo de la vida, el de vincularnos y desvincularnos de cosas minúsculas o cosas mayores e importantes. Nunca creas que me has alejado, simplemente hemos cambiado.
Tú para mí fuiste importante y te doy las gracias.
P.D.: Quizás ahora te resulte esotérico y un tanto abstruso lo que te digo pero luego lo entenderás.
jueves, 8 de julio de 2010
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