domingo, 26 de septiembre de 2010

Sonríeme.


La belleza de la sonrisa de quienes acompañan y forman parte de nuestro día ilumina la vida y reinvindican todas las peripecias, las bajas del juego de la afanada diversión.

Cuando una niña pequeña en la iglesia se da la vuelta y sonríe en tu dirección sin malicia alguna, cuando la señora mayor de edad que se sienta a tu lado en el autobús te sonríe buscando la calidez de la juventud, cuando el mayordomo más que por obligación, por el simple gusto de servir, te sonríe, en esos momentos el mundo deja de ser frío, se convierte en un lugar habitable y feliz. Quizás no con ponys, arcoiris, y unicornios como en los cuentos de hadas pero sí con los rayos de luz que destellan sobre los colores radiantes de una naturaleza viva, que aunque en decadencia, no se da por vencida porque es de esas sonrisas que se alimenta.

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