domingo, 7 de febrero de 2010

Está incompleta. Aquí va una parte...



Quedó a la merced de las paredes que la rodeaban para que consolaran su dolor tanto físico como el que sufrió mentalmente la noche del 11 de Julio. Llegó a su casa en peor estado que en el cual había salido, un caso muy verosímil a otros que todo el mundo conoce o escucha a diario. Apareció en su dirección con dos demonios saltando de arriba abajo en su espalda, derrumbándola, no permitiéndole caminar. Su hermana tomaba de su mano en un intento de exorcizar esos intrusos en la vida de la persona que tanto amaba. Empujándola a seguir, Cassidy no logró combatir las fuerzas en sentido contrario de aquellos monstruos. Finalmente pudieron pasar la puerta de su hogar en busca de ayuda o de algún descanso.
A sorpresa de las dos la esperaba su madre, la señora Margarita Villa con cara de enojo y aprehensión, quien con un par de golpes en la cara de Lydia ahuyentó a los demonios que en el momento jugaban a los naipes en su columna vertebral. Los dos chillaban mientras corrían por la casa, bailando en forma de burla sobre los muebles (como aquellos que han logrado un gran éxito) y finalmente se decidieron a encontrar su próxima víctima en las peligrosas calles de Santo Domingo. Inmediatamente estuvo al tanto de la ebriedad de su hija mayor, se desató en la belicosa madre una oleada de ira con marea imperdonable capaz de llevarse a un país entero en uno de esos huracanes o tifones marinos. Cassidy se arrinconó detrás del mueble izquierdo de la sala de estar, llorando sin cesar y tapándose los oídos en un intento de ahogar las lascivas palabras de su progenitora; mientras que justo en el centro de lo que una vez fue una casa de convivencia tolerante y normal, se encontraba Lydia tirada en el suelo entre este mundo y el cual ahora habita Michael Jackson.
De la boca de Lydia salían trabalenguas, en un medio de comunicación parecido al código Morse, sólo inteligible para expertos y luego de profunda analización; salpicaba sangre sobre la alfombra recién comprada en Madrid. La señora Margarita haló su pelo del piso y lo devolvió al mismo lugar lo único que esta vez con mucha más fuerza. Estaba avergonzada del comportamiento público que pudo haber mostrado su hija fuera de su presencia, la consideraba una hipócrita, doble cara, quien supuestamente era la buena niña de mamá y quien le prometió numerosas veces cambiar y ser mejor, sólo para tomar su confianza y hacer algo mucho peor. En el momento, Lydia aparentaba ser una víctima de algún exorcismo, le ocurrían espasmos esporádicos y vomitaba cada cinco minutos. Cassidy, de sólo 14 años, se convencía de que esa noche entera era una terrible pesadilla, y quería despertarse inmediatamente. Su shock no le permitió siquiera tocar a Lydia, mas bien fue acostarse sobre su cama mirando al techo en busca de una respuesta para todo ese garabato.
Su soledad fue poco duradera debido a que su mamá entró y se sentó al pie de la cama.
-¿Qué fue lo que pasó Cassidy Lara?- le preguntó en tono elevado
- Nada, solo bebió un poco y porque no había comido se puso así. Nada más.- respondió temerosa
-No me mientas y trates de cubrir a tu hermana.
-De verdad, ella estará bien, no pasó nada.
-Que sea la última vez que tú no me llames cuando pasen cosas así, me da pena y vergüenza tener hijas como ustedes ¡Después de todo lo que hago, tengo que también soportar sus niñadas!
Esas fueron las duras palabras de aquella madre que velaba por el bienestar de sus dos hijas con un interés parcialmente maternal pero con más orgullo de lo normal. En vez de alentarlas a convertirse en personas ejemplares, líderes nacionales o mundiales que reemplacen a los corruptos que llevan el mando de nuestra nación, ella las reprendía, maldecía y las consideraba “buenas para nada”. Margarita Villa hacía su propia vida de madre soltera con sus amigos de la socialité dominicana, yendo para allí y para allá disfrutando de lo hermosa que es la vida y respirando aire fresco fuera de su casa. Sí, era joven, sí, era bonita, sí, estaba soltera, se aprovechaba de esos puntos a su favor para dejar a sus niñas en casa e ir rondando en su felicidad nuevamente adquirida luego de su divorcio. Sus hijas les importaban mucho, pero no eran un factor crucial y elemental en la ecuación de sus años. Pensaba que ya había hecho su trabajo, que el resto estaba en manos de ellas para formarse como señoritas dignas de aplausos y ovaciones de pie ante un teatro. Cuando estas dos se tropezaban, la culpa caía en sus propios hombros.
Lydia calló dormida en la sala de estar en posición fetal. La noche estaba muy fría y la lluvia caía sin cesar, ella sentía escalofríos y se abrazaba a un colchón del mueble para calentarse tan solo un poco. Su mente estaba en blanco, no pensaba en nada y no quería pensar en algo. Estaba consciente que en algún punto tendría que volver a la realidad a la cual había llegado 16 años atrás, pero se resistía, preferiría ser vegetal por el restos de sus días que enfrentar las penumbras de este mundo que tan duro es con aquellos que lo habitan. Las horas se hacían interminables, todo el mundo dormía en casa y ella allí tirada observaba los minutos pasar en el reloj digital de la televisión que era lo único visible en la plena oscuridad. El sonido de los carros pasar, que cada vez se hacían menos frecuentes, el sonido de los árboles tambalearse ante el viento eran para ella la melodía de esa noche que no llegó a ser trágica pero si memorable.
Por fin dieron las 7 de la mañana y los rayos del sol aproximaban su ventana. Ya no sentía como si veinte hombres habían pateado su barriga, solo le molestaba el dolor de cabeza que le aturdía. Se levantó lentamente del piso y caminó hacia el sofá, donde se sentó en dirección a los edificios y el mar de enfrente. Sabía que tenía que recordar todo lo que pasó la noche anterior porque muchas explicaciones tenían que ser dadas. Se forzó a ir hora por hora recapitulando donde había estado, con quien y que había hecho. Esas preguntas eran enigmas para su cabeza que no daba para mucho. Poco a poco fue recordando algunas cosas. Sabía que fue al concierto más importante en mucho tiempo para sus amigos más cercanos, ellos tocaban en una banda de rock pesado que tenía un público muy limitado y criticas no muy positivas. Se le llamaba “La escena” al grupo de excluidos de la sociedad normal que escuchaban gozosos como le gritaban en sus caras y veían emocionados personas golpeándose unas a las otras mientras la adrenalina que le proveía la música corría por sus cuerpos; y esa noche habían atendido por la bebida gratis que se ofrecía dentro. Recordó que lo primero que tomó fue un vaso de vino de parte de un hombre que conoció por otros amigos unos meses atrás. El fue lo suficientemente amable para darle un poco de vino y quedarse charlando con ella aunque no la conociera. Todo el mundo desconocía las intenciones de él, pero qué más da si allí se hacía amigos más rápido que lo que dura pestañear. Pequeñas escenas venían a su mente, una donde se le insinuaba sexualmente y bailaba muy vulgar junto a una de sus amigas del colegio que la acompañaba esa noche. Ella vio como pedía cervezas, ron con coca-cola, hasta que se lo empezaron a prohibir, pero ya era muy tarde para eso. Su estómago estaba demasiado débil porque no tenía ni una onza de comida dentro de él, las reacciones fueron inmediatas. Empezó a tambalearse y a ver borroso y en colores neón, se sentó fuera junto a Nicole y un amigo a quien llamaban “Ruedas”. Ahí lloró, y no solo un poco sino que gritaba como quería hacerse daño a sí misma, que no tenía amigos ni nadie quien la quisiera, se tiraba al piso y insultaba a todo el mundo a su alrededor , diciéndole “gordo” o “sucio” a algunos, a sus amigas las llamaba “prostitutas” o “perras”. Varias personas la tomaron del brazo y se encaminaron a una farmacia que estaba a una cuadra del lugar, le compraron un suero y una botella de agua. Cada vez se aglomeraban más personas alrededor de ella, que la buscaban por doquier y la encontraban en tal condición, decidieron que lo mejor sería llevarla a una clínica para que sea atendida por un médico que la pueda desintoxicar. Hubo algunas personas que prefirieron ni verla, que no querían escuchar lo que salía de su venenosa lengua, porque no era la primera vez que pasaba esto. Cassidy mantuvo toda la calma, meditaba dentro de ella, respiraba profundo, se le salían algunas lágrimas pero permaneció en control de lo que pasaba. <> pensaba mientras se aferraba a su hermana y se montaba en el carro de un amigo que las iba a llevar a casa de Nicole para que allí Lydia se recuperara antes de llevarla a casa.
Y allí estaba su mirada fija horizontalmente, observando las siluetas de la arquitectura de su ciudad y las altas palmas que limitaban el mar Caribe.
-No pudo ser tan mal- susurró
Abrió la puerta, corrió escaleras abajo, y mientras se dirigía al parquecito, tropezó con una ranura en el piso y calló en un charco, por suerte sus manos evitaron que se golpeara contra el cemento.




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